La ruta que atraviesa el Valle Sagrado

La ruta que atraviesa el Valle Sagrado

El Camino Inca se ha convertido en uno de los trekkings más solicitados

Un camino empedrado unía la capital inca, Cuzco, con la ciudadela de Machu Picchu. Una ruta entre montañas que los incas se apresuraron a destruir para que no la utilizaran los españoles en su conquista del territorio. Hoy la conocemos como el Camino Inca, la ruta senderista más famosa del país andino. Forma parte del Patrimonio Nacional del Perú y su uso está férreamente regulado por el Instituto Nacional de Cultura. Desde Cuzco hasta Aguas Calientes se tardan unos cuatro días, pero también se puede hacer sólo la mitad; diversas agencias ofertan trekkings de cuatro, dos e incluso un día, trasladando en estos dos últimos casos a los clientes hasta puntos intermedio en tren o automóvil.
El camino sólo se puede transitar en el sentido Cuzco-Machu Picchu y hay que regresar en tren. No está permitido hacerlo solo ni en bicicleta, sino contratando un guia o apuntándose a un grupo organizado por alguna de las agencias autorizadas para ello en Cuzco. Esos grupos son de un máximo de 40 personas, con dos guías.
La mejor época para hacer el Camino Inca es de junio a septiembre, meses secos aunque algo fríos. De noviembre a marzo la temperatura es más agradable, pero llueve más. En febrero la ruta permanece cerrada por obras de mantenimiento. No hay que ser un montañero avezado para hacerla, pero conviene tener una cierta forma física y preparación previa, ya que discurre por zonas a 4.000 metros de altitud. Hay que tener también presente que en el Camino Inca sólo se admiten 500 personas aI día, incluidos los guías, por lo que en temporada alta es necesario reservar con tiempo.


Machu Picchu sigue guardando con celo sus secretos. Se ignoran las causas de su abandono y ninguna crónica española la menciona, pero se cree que fue construida como mausoleo por Pachacútec, el fundador del Imperio inca. Según las últimas investigaciones, el primer occidental en descubrir y saquear las ruinas fue el empresario alemán Augusto Berns,en 1867,y no el explorador Hiram Birgham, quien más de 40 años después fue guiado a Machu Picchu por un campesino de la zona y pasó a la historia como su «descubridor».

Rutas alternativas

Machu Picchu no quiere decir que sea el único. Hay otras alternativas menos frecuentadas, más flexibles e igual de atractivas para adentrarse en el mundo de los antiguos incas. De ellas, la más popular es la de Salkantay. Conviene contratar con una agencia especializada de Cuzco la logística de la expedición (muías, guía, tiendas, cocina y comida) y trasladarse en vehículo hasta Mollepata, un pueblo andino situado a unas tres horas de Cuzco. Allí empieza la senda, que se dirige en la primera jornada hasta Soroypampa por collados de hasta 4.600 metros de altitud y desde donde se divisa ya el Nevado de Salkantay (6.271 metros), una majestuosa montaña de nieves perpetuas. El tercer día se pasa el collado del Inca Chiriasqa, a 5.050 metros, la cota más alta de la ruta. Luego se baja hasta Colpabamba, ya en un ambiente tropical, y se hace noche para seguir en las jornadas siguientes hacia Playa y Santa Teresa, donde se toma el tren hasta Aguas Calientes. Hay varias rutas en este trekking del Salkantay, de entre 5 y 8 días de duración según la opción escogida.
Una propuesta diferente es la que lleva desde Cuzco hasta Choquequirao, un complejo arqueológico llamado «el otro Machu Picchu» porque, como aquél, fue un centro ceremonial con importantes construcciones que no fue saqueado ni modificado durante la conquista. El interés de la ruta se acrecienta porque a estas ruinas sólo se puede acceder a pie.
La excursión más común es la que parte de Cachora, aldea a la que puede acceder-se en automóvil después de atravesar valiosas ruinas mayas, como las de Saihuite. Una vez allí se inicia el sendero de 30 kilómetros hasta Choquequirao. El camino es abrupto y sube hasta los 3.080 metros de altitud, pero el paisaje que lo envuelve es soberbio, con la vista a lo lejos de los nevados Ampay y Salkantay, y abajo el profundo cañón del rio Apurimac.
O mochilas que llegan o se van a pie por el Camino Inca, que suben o bajan a las ruinas o que preparan desde aquí oíros trekkings por la cordillera. El promedio de hostales y restaurantes por metro cuadrado supera el de cualquier otro destino turístico de Perú. Se calcula que unas mil personas de todas las edades y condiciones llegan a diario a bordo del tren para visitar las ruinas.

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Machu Picchu se divide en tres grandes sectores: un barrio sagrado, otro para los sacerdotes y la nobleza, y un tercero de viviendas del pueblo llano. A pesar de la gran afluencia de visitantes que llega hasta aquí, esta ciudad inca ha conseguido conservar su misterio.

Misterios sin desentrañar

Arriba, en contraste con el escenario mundano de Aguas Calientes y a los pies del Wayna Picchu, aguarda el más famoso yacimiento arqueológico de América Latina. También el que más misterios entraña: Machu Picchu. Los arqueólogos se preguntan qué función tenía esta ciudad de enormes piedras de granito levantada en uno de los parajes más espectaculares e inaccesibles del valle del rio Urubamba. Todo son enigmas en torno a ella, incluido si llegó o no a ser descubierta por los españoles. Cuando surge este tema, la guia que me acompaña es explícita: «Con toda seguridad, los españoles no encontraron nunca esta ciudad inca». «¿Y cómo lo sabe?, le pregunto. «Pues porque no hay ninguna iglesia en Machu Picchu», me responde. «De haberla encontrado los españoles, lo primero que hubieran levantado es una iglesia».
Tenga o no razón, lo cierto es que Machu Picchu permaneció 400 años olvidada y sepultada por la maleza hasta que en 1911 el explorador estadounidense Hiram Bingham la localizó mientras buscaba la también perdida ciudad de Vilca-bamba y la dio a conocer. Hoy la idea más aceptada es que Machu Picchu fue un centro ceremonial, una pequeña ciudad construida hacia mediados del siglo xv, en tiempos del inca Pachacútec, con varios templos, unos 200 hogares para sus cerca de 1.000 residentes y terrazas agrícolas que abastecían a la población. Por qué la abandonaron sus habitantes sigue y seguirá siendo un misterio.
Como Machu Picchu es uno de los yacimientos arqueológicos más visitados de América, es difícil disfrutar de él con un poco de intimidad entre las docenas de grupos que siguen la banderita de su guía. Pero hay un truco. A primera hora de la tarde los grupos organizados desaparecen porque sale el último tren hacia Cuzco. Si uno es capaz de renunciar a la vuelta hasta Aguas Calientes en autobús (se puede bajar perfectamente andando por el camino de tierra) y se queda a ver el atardecer sobre uno de los decorados más soberbios que ha creado la conjunción entre hombre y naturaleza, disfrutará, entonces sí, de los silencios y soledades que magnifican el enigma y la magia de este lugar.


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