El Perú anterior a los incas

El Perú anterior a los incas

La franja litoral es rica en yacimientos arqueológicos

Alo largo de la costa peruana se suceden varios complejos arqueológicos de gran interés. En las afueras de Lima, por ejemplo, se halla el oráculo de Pachacámac, un lugar de peregrinación venerado en el Perú antiguo. El sitio fue levantado originalmente por la cultura lima, que floreció entre los siglos II y VII.
Siguiendo hacia el sur, la reserva de Paracas alberga hasta 114 sitios arqueológicos de la cultura homónima, mientras que Palpa atesora petroglifos y geoglifos poco conocidos, eclipsados por la fama de los de Nazca. Repartidas por una zona de 500 kilómetros cuadra-dos de la árida pampa Colorada, las lineas de Nazca siguen siendo uno de los mayores enigmas arqueológicos. Son más de 300 figuras geométricas y unos 70 dibujos de plantas y animales sólo perceptibles desde las alturas y posiblemente creados por las culturas paracas y nazca entre 900 a.C y 600 d.C Una visita por Cahuachi, la capital de los nazcas; el cementerio de Chauchilla (se ven momias), y los acueductos de Cantayoc permitirá conocer más la cultura nazca.


Chan Chan está considerado el sitio arqueológico de adobe más grande del mundo.

Recintos sagrados de adobe

De Lima hacia el norte aparece Caral, la ciudad más antigua de esta parte del mundo. Mientras que en las cercanías de Trujillo es obligado visitar el legado chimú en la gran ciudad de adobe de Chan Chan y las huacas o recintos sagrados Arco Iris y Esmeralda. Las paredes de barro adornadas con una sorprendente iconografía son características de estos reinos. Otra opción es visitar la huaca de la Luna, que habría sido el principal centro ceremonial mochica y está asociada a la huaca del Sol, aún cerrada al público. Ambas están localizadas en el valle de Moche, a 15 minutos de Trujillo.
En Lambayeque se encuentra una de las citas ineludibles para todo amante de la arqueología, el Museo Tumbas Reales de Sipán. En él se exhibe el ajuar mortuorio del Señor de Sipán, el dignatario mochica hallado en la huaca Rajada en 1987. Su descubrimiento fue un acontecimiento arqueológico de alcance mundial, pues la tumba no había sido violada por los huaqueros o saqueadores.
Más al norte me esperaban Lambayeque y la casa del Señor de Sipán (los restos arqueológicos más conocidos de la cultura moche o mochica); Tumbes, con sus bosques de manglares. y la soñada Punta Sal, para muchos la mejor playa del país. Visitas culturales y de ocio antes de una parada más larga en Lima. La capital virreinal y de la actual república conserva parte de su rico pasado colonial en el centro histórico, una delicia arquitectónica famosa por sus iglesias y templos pictóricos de fe. de plazas evocadoras y «callecitas en el aire», como se han llamado los balcones que engalanan sus casonas centenarias.

La capital de los virreyes

Fundada por Pizarra en enero de 1535. Lima tiene aires de un ayer colonial y de un despertar republicano con influjos afrancesados. Rincones urbanos que no encajan con el ritmo febril de una metrópoli moderna, coloridamente desordenada. que rompió sus límites para extenderse hasta las faldas de los cerros cercanos. Allí, en la década de 1950, los emigrantes andinos y amazónicos empezaron a perfilar el nuevo rostro limeño. menos señorial y aburguesado, una faz sincrética que unos quieren y otros odian, pero que nadie puede ignorar: la Costa Verde con sus acantilados naturalmente grises, las calles sombrías donde impera el miedo, los bocinazos en la red viaria colapsada… Risas y temores.
Ostentación y miseria. Extremos sin solución aparente en la única capital sudamericana que mira al mar. La única en la que las olas fluctúan bajo el sol, con niebla y hasta con esa lluvia finita que los limeños conocemos como garúa. Cuando eso ocurre, el cielo se torna más gris que de costumbre y la costa se viste de melancolía. Pero mirar al Pacifico desde lo alto de un acantilado te reconcilia con la urbe. Ya no molesta ni se siente encono por la excesiva humedad, por los enredos diarios. Sólo se siente la llamada del mar. el deseo de seguir explorando la costa desafiante.
El viaje hasta la región de Ica. donde se hallan Paracas y la ciudad de Pisco, no es muy largo (230 kilómetros) y se puede realizar, como las rutas del norte, de día y de noche, en autobuses con asientos simples o tipo cama, directos o con paradas. con servicio de alimentación o sin él.
El del sures un paisaje primitivo, moldeado por el lento paso del tiempo y el abrupto emerger de las fuerzas interiores del planeta. La última vez. el 15 de agosto de 2007. Ese día la tierra tembló. Fueron segundos de destrucción que causaron graves daños. Los muertos se contaron por centenares en Pisco y en la cercana ciudad de Chincha, y las pérdidas, en millones de soles. La costa puso a prueba una vez mas el temple de su gente. Y ésta se levantó como siempre. Por ellos brindé con una copa de pisco (aguardiente de uva) antes de recorrer la Reserva Nacional de Paracas, la única del país que conserva el valioso ecosistema marino costero: 216 especies de aves, 180 de peces y 20 de cetáceos.


Rodeada de altísimas dunas y elegantes palmeras, la pintoresca laguna del oasis de Huacachina tiene propiedades curativas. Su estampa aparece en el reverso de los billetes de 50 soles, testimonio del pasado glamuroso del lugar.

La fuerza de la naturaleza

Voy al mirador de los flamencos o parihuanas, al lugar donde estuvo la Catedral, una formación natural causada por la erosión marina que se vino abajo con el terremoto de 2007. y a la playa La-gunillas, donde aún se observan algunas paredes caidas. La reserva sufrió graves daños y estuvo cerrada a los turistas durante varias semanas. Las heridas no se han cerrado del todo. Queda mucho por reconstruir en las ciudades, aunque los atractivos turísticos de Paracas ya pueden ser visitados sin ningún problema.
Desde el atracadero flotante del Chaco, a 21 kilómetros de Pisco, salen las embarcaciones que llevan a las islas Ballestas. Dos horas de navegación. Dos horas para observar el Candelabro, la gigantesca figura de origen tan desconocido como los geoglifos de Nazca, y la variada fauna que habita estas islas: lobos marinos, pingüinos de Humboldt. zarcillos, cormoranes… También se ven los restos de la estructura plantada por los hombres para recoger el excremento de las aves, el guano, un poderoso abono que generó pingües ganancias en la segunda mitad del siglo XIX, y tan codiciado entonces como el petróleo hoy.
Para finalizar mi viaje me encamino a Ica, 305 kilómetros al sur de Lima, una ciudad y un valle en medio del desierto donde se concentran la mayoría de bodegas de pisco y donde refulge el mágico oasis de Huacachina. Este oasis fue uno de los más exclusivos balnearios de Perú en la década de 1940, y hoy se está recuperando gracias a los deportes de aventura sobre arena. Los visitantes surcan el arenal en vehículos tubulares (areneros) y descienden por las dunas sobre tablas de sandboarding. Un recreo con el que despedirse del litoral peruano, de su turbadora belleza, tan diferente a la que se ve en las postales de otros mares, en las imágenes de otras costas. Por eso este litoral es tan hermoso, tan inolvidable.

El del sur es un paisaje primitivo, moldeado por el lento paso del tiempo y el abrupto emerger de las fuerzas interiores del planeta, que ponen a prueba el temple de su gente


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