Por la Sangre hacia el oro

Por la Sangre hacia el oro

La conquista española del imperio Inca fue una empresa plena de astucia llevada acabo por hombres rudos que ansiaban, sobre todo, sus riquezas

Erad 16 de noviembre del año del Señor de 1532. Ese día. Francisco Pizarra hizo preso a Atahual-pa, el soberano de ese imperio del que había oído hablar sólo ocho años antes, en la ciudad de Panamá. Lo llamaban el Birú. y según decían los indios que le habían dado noticia de ese reino, era más esplendoroso que el de los aztecas que Hernán Cortés había sometido, allá en México, en 1521. Partir en su busca fue desde ese instante el objetivo de su vida, sabedor de que si la Providencia estaba de su lado, hallaría en él la gloria y esas riquezas que tanto se le resistían desde que en 1502 llegara a las Indias Occidentales. Porque para eso, y no para otra cosa, había dejado su Trujillo natal. Si hubiera deseado sólo la gloria, habría continuado a las órdenes de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, combatiendo en las campañas de Italia a mayor honor de los Reyes Católicos.
En los últimos tiempos, a Pizarra le gustaba recordar los episodios de su vida, y lamentaba no ser como Cortés, capaz de escribir de su puño y letra sus conquistas para solaz del emperador. ¿Cómo le vería la historia? El imperio que había conquistado no era menor que el azteca. Y sí. había cometido violencia, pero no más que otras. Todo a mayor gloria de la Fe católica y de las arcas reales. Aun así. Lima, la capital que él mismo había Fundado a orillas del Pacífico, estaba llena de enemigos. Ni siquiera en su palacio de gobernador podía sentirse seguro. ¿Acaso no se oía ahora mismo tumulto en la calle? En el fondo de su alma sabía que. tarde o temprano, alguien le daría lo que él había dado a tantos otros. Por ejemplo a su antiguo socio y compañero de armas Diego de Almagro… Ni siquiera recordaba cuándo se habían conocido, pero juntos habían emprendido dos expediciones fracasadas a ese milico Perú en las que padecieron todo tipo de penalidades, aunque en ellas advirtieron que ahí sí. ahí había oro y plata sin cuento. Y también que sus poseedores no eran una sencilla tribu, sino un grandísimo reino bien organizado.

Para preparar su conquista. Pizarra había marchado a España a obtener el beneplácito y la ayuda del mismísimo emperador Carlos V Mas éste se hallaba siempre viajando por sus reinos, y tuvo que ser la emperatriz Isabel quien firmara la autorización de la conquista y le nombrara adelantado. gobernador y alguacil mayor de las nuevas tierras, con la condición de evangelizar a los nativos que las habitaran. Evangelizar… Sí. por supuesto. Había que salvar esas almas, y a cambio de esa riqueza celestial, bien podría él cobrarse las riquezas terrenas… Aquello fue en 1529, y lo llamaron las Capitulaciones de Toledo, suficiente para acallar a sus enemigos.

Un ejército aterrador contra los incas

Sólo un año más tarde. Pizarra tenia su hueste: 180 aguerridos hombres que marcharon hacia el reino inca desde el extremo sur de Colombia. ; 180 hombres para reducir a un imperio de miles, por no decir de millones de almas! El gobernador todavía se asombraba de su osadía Pero el mundo es de los valientes, y a él no le importaba dejar la vida, y menos la de los otros, para lograr sus fines. En todo caso, contaban con caballos, animal que causaba estragos en unos indígenas que nunca habían visto uno. Y tenían armas de fuego que mataban y espantaban con su estruendo. Y corazas que detenían las flechas y los golpes de cachiporra
Ya desde el principio, el camino fue penoso. El casco y la armadura convertían cada paso en una tortura en ese infierno de calor e insectos. Los caballos sufrían para atravesar la selva, para vadear cursos de agua que surgían por doquier, para cruzar montañas. Por no hablar del hostigamiento constante de los nativos. Más fácil se hizo cuando entraron en los bien trazados caminos incas, una obra que les llenó de admiración. Si,ante ellos se abría un gran reino. Lo peor era que esos caminos ascendían, ascendían sin cesar, de tal modo que cada paso se convertía en un suplicio. El aire faltaba y la cabeza parecía que iba a estallar.

Hacia el Oro

Pronto advirtieron que ese reino se desangraba en un conflicto fratricida Lo comprobaron en la ciudad de Tumbes. Allí tuvieron conciencia de la crudeza de la guerra civil que enfrentaba a los dos candidatos a ocupar el trono del Inca que había dejado vacante Huayna Cápac. fallecido de viruela en 1527. Porque ellos eran los primeros españoles que pisaban ese territorio, pero antes se les habian avanzado sus enfermedades europeas… Los hermanastros Huáscar y Atahualpa eran los contendientes en esa guerra ritual que debía culminar con la muerte de uno de ellos. Tumbes habla luchado al lado de Huáscar, y Atahualpa la destruyó. Había que tomar nota de ello: esa gente no tenía piedad
Los expedicionarios siguieron adelante y, tras atravesar los Andes, el 15 de agosto de 1532. día de la Asunción de la Virgen María, fundaron San Miguel de Tagarará. Allí quedaron quince del grupo. El resto se en caminó hacia la ciudad de Pultumarca. donde estaba acampado Atahualpa. quien mientras tanto ya habla derrotado y hecho ejecutar a Huáscar. Fue la primera entrevista entre Pizarro y el Inca, un primer contacto que habría de continuar un día más larde. el 16 de noviembre de 1532. en la vecina Cajamarca.
Si. Atahualpa había sido otrá de sus víctimas. Pero en su caso lo lamentaba, pues durante su cautiverio tuvo oportunidad de tomarle aprecio. El tumulto de la calle arreciaba. También los gritos e imprecaciones. ¿Y la guardia? Tenia a mano su espada, y aunque la edad y los padecimientos le hablan castigado, aún podía defenderse. No como Atahualpa. Pizarro lo recordaba todo como si hubiera sucedido ayer. Recordaba la suficiencia del Inca, seguro de su divinidad y de la tuerza de su ejército, mientras que él, con esa lucidez que otorga la necesidad. sabía que el éxito de su empresa dependía más de la astucia que de la fuerza. De otro modo, ¿qué iban a poder hacer 165 españoles contra miles de incas? En Cajamarca, monto una emboscada y esperó la llegada del Inca. El sacerdote que los acompañaba seria el encargado de hablar con él, aunque los problemas de comunicación habían sido casi insolubles durante lodo el camino.

Matanza en nombre de la fe

 

Fray Vicente de Valverde salió al encuentro de Atahualpa para requerirle que se sometiera al imperio de su majestad Carlos V y que aceptara la fe de Nuestro Señor Jesucristo como única verdadera. Para ello, le ofreció una Biblia, que el Inca arrojó al suelo con el más absoluto desprecio. ¿Qué debía él saber, pensó Pizarro, de las Sagradas Escrituras, si en su cultura no había ni libros ni textos escritos? Pero su gesto era un sacrilegio, y motivó la respuesta inmediata de los españoles. Al grito de «¡Santiago!», arremetieron con sus caballos. esos animales atenadores, al tiempo que la infantería disparaba sus arcabuces. La carnicería fue espantosa. Miles de muertos por un lado y ninguno por el otro refieren las crónicas. El mismo Pizarro hizo prisionero al Inca.
Atahualpa estaba en sus manos. Y la fama de riquezas sin cuento del imperio era cierta. ¿Acaso el Inca no habla prometido llenar una habitación hasta arriba de oro y otra de plata como rescate? De lodos los confines del imperio llegaban gentes que ofrecían los preciados metales Nada menos que casi 100.000 pesos de oro y más de 40.000 de plata. Algo fabuloso. Pero, aunque había empeñado su palabra. soltar a Atahualpa era condenarse a muerte, pues podía volver con fuerzas mayores. Además, ese oro y esa plata sólo eran una pequeña muestra de las riquezas sin cuento que se hallaban en esas tierras. ¡El Dorado no podía estar lejos!
Fue entonces cuando el rumor de un gran ejército inca que marchaba hacia Cajamarca para liberar a su soberano llevó a tomar una solución drástica. Había que ejecutarlo. Idolatría, fratricidio, poligamia e incesto fueron algunas de las acusaciones que justificaron la condena. Así, el 26dejulio de 1533, Atahualpa fue ejecutado por garrote. Su conversión final al cristianismo sólo le salvó de morir en la hoguera.
Tras la muerte de Atahualpa, la conquista del imperio fue más fácil de lo esperado. Los incas partidarios de Huáscar ayudaron a los españoles, y asi. el 15 de noviembre de 1533. Pizarra hizo su entrada en Cuzco, la capital del imperio, una ciudad como la que no habían visto nunca, llena de templos, palacios y edificios que parecían construidos por gigantes, tal era el tamaño y peso de sus sillares. Sus constructores eran idólatras, bárbaros, pero aun así era difícil no admirar su arte, las huellas de una sociedad bien desarrollada y organizada. Y rica, de eso no había duda. Manco Inca, el sucesor de Atahualpa. les recibio, y fúe muy fácil dominarlo y reducirlo. Luego se rebeló, y en 1535 incluso escapó e intentó reconquistar la capital al frente de un ejército de 10.000 hombres. Nueve meses duró el asedio: Pizarra perdió a uno de sus hermanos y sólo la valentía suicida de sus hombres y la llegada providencial de Almagro desde Chile logró salvar su posición. Manco Inca se refugió en Vilca-bamba, desde donde siguió acosando a los españoles hasta que un grupo de almagristas le dio muerte en 1544. Las rebeliones de Vilcabamba, no obstante, continuarían hasta 1572. cuando el virrey Francisco de Toledo redujo y ejecutó al último Inca, Túpac Amaru, en Cuzco.
Pero esa última parte de la historia él no la conoció. Pizarra habia cumplido su sueño, era el señor del Perú y gobernador de la provincia de Nueva Castilla, pero Almagro estaba descontento con la parte que le había tocado, una zona del norte de Chile estéril y sin riqueza. Asi, en 1537 regreso a Cuzco e hizo prisioneros a Hernando y Gonzalo Pizarra. La guerra entre los antaño compañeros de armas estalló. El 6 de abril de 1538. los pizarristas vencieron en la batalla de Salinas, y Diego de Almagro, a pesar de refugiarse en los ciclópeos muros de Sacsayhuamán. fue hecho prisionero y ejecutado en Cuzco el 8 de julio de ese mismo año.
El tumulto crecía y la puerta, por fin, cedió con violencia. Cuando vio al hijo de Almagro entrar en su estancia supo que había llegado su fin. De nada le valió sacar la espada: una certera estocada en el cuello acabó con su vida. Fue el 26 de junio del año del Señor de 1541.

El Tahuantinsuyo era el nombre del imperio inca cuando los españoles iniciaron la conquista de Perú. El deseo de encontrar oro era una de las motivaciones de Francisco Pizarra y fue un antecedente de lo que décadas después se convertiría en la búsqueda de El Dorado. Waman Puma (15315-1616), «Águila Tigre» en lengua quechua y Felipe Guarnan Poma de Ayala por bautismo, dejó constancia de la conquista en un manuscrito que recoge las ilustraciones superiores. La primera muestra el encuentro en 1527 entre el Inca Huayna Cápac y Pedro de Candía. El primero pregunta: «¿Es éste el oro que comes?». A lo que el español responde: «Este oro comemos». Los dos dibujos siguientes ilustran a Pizarra y Almagro navegando hacia América y un encuentro entre incas y españoles. Waman Puma recogió la muerte de Atahualpa, aunque el Inca murió a garrote, no decapitado. Manco Inca fue el sucesor de Atahualpa.

  • AUTOR Juan Carlos Moreno es jefe de redacción de Lonely Planet Mogozine. Historiador de formación, disfruta con la lectura de las grandes crónicas barrocas de la conquista americana.

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